"These days there’s so much paper to fill, or digital paper to fill, that whoever writes the first few things gets cut and pasted. Whoever gets their opinion in first has all that power". Thom Yorke

"Leer es cubrirse la cara, pensé. Leer es cubrirse la cara. Y escribir es mostrarla." Alejandro Zambra

"Ser joven no significa sólo tener pocos años, sino sentir más de la cuenta, sentir tanto que crees que vas a explotar."Alberto Fuguet

"Para impresionar a las chicas de los 70 tuve que leer a Freud, Althusser, Gramsci, Neruda y Carpentier antes de llegar a los 18. Para seducir a las chicas de los 70 me hice especialista en Borges, Tolstoi, Nietzsche y Mircea Elíade sin haber cumplido los 21. Menos mal que ninguna me hizo caso porque entonces hoy sería un ignorante". Fernando Iwasaki


lunes, 20 de junio de 2016

"El año del verano que nunca llegó" de William Ospina

Literatura Random House. 2015. 304 páginas,

Desde hace tiempo quería escribir sobre este libro y no por muy buenas razones.  Adquirí el libro durante la Feria Internacional del Libro de Lima del año pasado motivado, más que nada, por la  interesante trama que anunciaba la contratapa de la novela. Y si bien las primeras páginas, con una llamativa introducción apoyada en curiosos datos históricos, las leí con ganas captando mi interés, éste fue diluyéndose de manera alarmante luego de la página 80 más o menos. Leí la novela en octubre, y si la terminé fue por mi vieja manía de acabar casi todo los libros que empiezo (manía que ya estoy empezando a dejar atrás por cierto). Volví a cogerlo hace un par de semanas, y al hojearlo, confirmé que no me había equivocado la primera vez: el alto precio pagado por la novela de Ospina no tiene justificación.

La calamitosa erupción del volcán Tambora en Indonesia, allá por el año 1815 sumió a la mitad del mundo en una completa oscuridad, teniendo implicancia directa en la reunión del 16 de junio de 1816 en  Villa Diodati, situada junto al lago Leman en Suiza,  de Lord Byron, John Polidori , Percy Brian Shelley y su esposa Mary Shelley.  Dicha reunión se extendió por tres días, que podrían ser considerados como “una sola, larga y tenebrosa noche”, en un ambiente cargado de nervios, misterio y miedo. Ello pasaría a ser una anécdota más sobre interesantes personalidades que por azar coinciden en un mismo lugar, de no ser porque probablemente, en esos días, hayan empezado a gestarse dos grandes mitos: el vampiro y la criatura de Frankenstein. Hasta allí se puede resumir la historia en la que buscaba profundizar Ospina, quien intenta partir de ello para establecer reflexiones sobre la relación entre la belleza y lo monstruoso, y el uso del género fantástico como medio para develar los traumas y los más profundos miedos humanos. O por lo menos parece que eso ambicionó en algún momento.

Los problemas empiezan cuando el colombiano busca alternar la historia antes mencionada con la suya.  Nos va narrando en una gran cantidad de pasajes, su obsesión por contar de una manera decente los sucesos de hace 200 años, forzando de manera insistente el establecimiento de  paralelos entre ambos contextos. Dichas referencias personales llenas de cursilerías no logran llamar la atención en ningún momento, provocando que el lector empiece a rogar que estas sean cada vez más breves, para retomar la historia principal que a partir de cierto tramo también (hacia la mitad del libro) , se empieza a notar repetitiva y tediosa. ¿Por qué añadir encuentros, viajes y conferencias si es que no se aporta nada a la historia principal? ¿Egocentrismo? ¿Por qué desviarse de una trama súper interesante para mostrar reflexiones banales  e innecesarias? ¿No hubiese quedado mejor el libro con menos páginas y si se seguía sólo por un solo camino en este caso? Esas y más preguntas son las que van surgiendo conforme se va avanzando con la lectura de este libro. Una muestra sobre cómo se puede echar a perder una buena historia. Decepcionante.


+ Sobre el autor:

William Ospina nació en Padua, Colombia, en 1954. En su carrera como poeta, ensayista y novelista, se ha hecho merecedor de diversos reconocimientos, como el Premio Nacional de Ensayo (1982), el Premio Nacional de Poesía (1992), el Premio de Ensayo Ezequiel Martínez Estrada de la Casa de las Américas (2003) y el Premio Rómulo Gallegos (2009).


(Una versión de este texto aparece en el portal Punto y Coma)


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