"These days there’s so much paper to fill, or digital paper to fill, that whoever writes the first few things gets cut and pasted. Whoever gets their opinion in first has all that power". Thom Yorke

"Leer es cubrirse la cara, pensé. Leer es cubrirse la cara. Y escribir es mostrarla." Alejandro Zambra

"Ser joven no significa sólo tener pocos años, sino sentir más de la cuenta, sentir tanto que crees que vas a explotar."Alberto Fuguet

"Para impresionar a las chicas de los 70 tuve que leer a Freud, Althusser, Gramsci, Neruda y Carpentier antes de llegar a los 18. Para seducir a las chicas de los 70 me hice especialista en Borges, Tolstoi, Nietzsche y Mircea Elíade sin haber cumplido los 21. Menos mal que ninguna me hizo caso porque entonces hoy sería un ignorante". Fernando Iwasaki


jueves, 24 de marzo de 2016

"Cinco esquinas" de Mario Vargas Llosa


Alfaguara, 2016. 320 páginas

Cinco esquinas tiene dos tramas principales: la relación homoerótica entre dos mujeres de la burguesía limeña y el chantaje a un empresario minero por parte del director de un pasquín amarillista. Estas dos líneas principales son acompañadas por otras subtramas, como la de un otrora famoso actor en el epílogo de su vida, y la evolución de la Retaquita, redactora principal de Destapes. Todas estas historias están contextualizadas en la década de los noventa, pero de manera confusa:  para forzar una atmósfera caótica, Vargas Llosa ha introducido en ella hechos característicos de la década anterior y del inicio de la misma, como los toques de queda y los atentados de Sendero, y los ha mezclado con el apogeo de la prensa chicha del segundo lustro, causada por la centralización del poder en manos de Montesinos.

El primer aspecto negativo de la novela salta a la vista desde el inicio:  una errática elaboración de los diálogos. Desfasados e inverosímiles. El uso de un lenguaje poco creíble en el contexto en el cual se supone que se desenvuelven los personajes ocasiona que estos se perciban acartonados y ridículos, lo que es más notorio cuando aparecen personajes  de la clase alta limeña, o cuando en medio de un supuesto ambiente de tensión aparecen vocablos como “cacaseno”, “manirroto” o “braquícefalo”:

“-Te tendió una emboscada y caíste como un angelito, para no decir un cacaseno-encogió los hombros Luciano-. ¿Hace dos años, estás seguro? ¿Y sólo ahora se manifiesta?” (pág. 47)

“Daba almuerzos, derrochaba como si fuese un manirroto” (pág.49)

“¿Hablé tan difícil que tu cabecita de braquicéfalo no pudo captarlo?” (pág. 51)

Ojalá esos ejemplos fueran la excepción, pero hay otros similares más adelante. Estas conversaciones van acompañadas en muchos casos con descripciones fallidas de los protagonistas y los escenarios, apelando incluso a frases desgastadas que obstruyen la lectura:

“Los recuerdos acudían en tropel a su cabeza pero se iban ordenando como un crucigrama que se llena lentamente.” (pág.9)

“Tenía una vocecita chillona y parecía burlándose, unos ojos pequeñitos y movedizos, un cuerpecillo raquítico y Enrique advirtió, incluso, que apestaba a sobacos o pies. ¿ Era por su olor que de entrada le caía tan mal este sujeto?” (pág.21)

“(…) y cuando salieron a la calle se encontró con uno de esos días grises, color panza de burro, del invierno limeño.” (pág.77)

Un aspecto en el cual me gustaría incidir es la visión paternalista y condescendiente que se tiene hacia ese “nuevo héroe del siglo XXI” que vendría a representar el empresario. Una postura que se empezó a notar en El héroe discreto con los olvidables Felícito Yanaqué e Ismael Carrera. En Cinco esquinas, dicha figura la asume el ingeniero Enrique Cárdenas, empresario minero, que sufre una serie de vicisitudes a lo largo de la novela: es engañado por un misterioso inversionista extranjero, lo chantajea un vil periodista, protagoniza un escándalo mediático, es apresado de manera injusta. El problema es que, sin importar la adversidad que se le presente, Cárdenas siempre saldrá bien librado. Cualquier padecimiento tendrá una duración efímera, sin impactarlo de forma significativa, otorgándole así un aura de invulnerabilidad. La sociedad, parece decirnos Vargas Llosa, tiene que proteger dicho status quo de tranquilidad y sosiego, ya que cualquier problema que alterea estos “´héroes discretos” surgidos tras la ola neoliberal noventera terminará desencadenando tragedias o desastres, primero individuales y luego sociales.El autor no busca cuestionarlos, solo exaltar sus virtudes:

“Enrique decía que la situación se estaba volviendo insostenible para las empresas, las medidas de seguridad aumentaban los costos de una manera enloquecida, las compañías de seguridad aumentaban los costos de una manera enloquecida, las compañías de seguros querían seguir subiendo las primas y, si los bandidos se salían con su gusto, pronto llegaría el Perú a la situación de Colombia donde los empresarios, ahuyentados por los terroristas, por lo visto se estaban trasladando en masa a Panamá y a Miami, para dirigir sus negocios desde allá.” (pág. 18)

Otra cuestión que le resta puntos a Cinco esquinas es la cuantiosa dosis de moralina que Vargas Llosa trata de imponernos, al hacer demasiado grandilocuente y pomposa la transformación de la Retaquita en los últimos capítulos de la historia. Este giro de los acontecimientos se nota demasiado artificioso y juega en contra de uno de los pocos personajes aceptables de la novela. Es mejor cuando Vargas Llosa muestra la vileza de sus personajes en otras situaciones y los sincera:

“En otras palabras, y perdón por la lisura, quién cacha con quién y de qué manera lo hacen. Meter la cabeza en la intimidad de las personas conocidas. De los poderosos, de los famosos, de los importantes. Políticos, empresarios, deportistas, cantantes, etcétera. Y, si hay alguien que sabe hacer eso, se lo digo con toda la modestia del mundo, soy yo. Sí ingeniero, Rolando Garro, su amigo y, si usted quiere, desde ahora también su socio.” (pág.98)

“Yo sé escoger mis enemigos. No se debe desafiar a quienes son más poderosos que uno mismo.” (pág. 248)

 “Los vómitos, la diarrea del gobierno, su muladar. Le servimos para tapar de mugre la boca de sus críticos, y, sobre todo, la de los enemigos del Doctor. Para convertirlos en “basuras humanas”, como él dice.” (pág.276)

Tras haber señalado lo anterior, hay algo que sí debo reconocer: es una novela que entretiene y se deja leer (siempre que se haya logrado sortear las  insufribles primeras cincuenta páginas y los obstáculos que he mencionado líneas arriba). Pero difícilmente pueda quedar en la memoria en el lector tras haber leído la última línea. Es una novela light , en todo caso,  justamente lo que más ha criticado el autor en sus últimas columnas y ensayos. Quien me conoce personalmente puede dar fe de las muchas veces que he ponderado novelas como La ciudad y los perros, La casa verde, Conversación en la Catedral o La guerra del fin del mundo.  Sin embargo, nadie con dos dedos de frente puede afirmar que sus últimas obras estén a la altura de las antes mencionadas (no es que se le exija ello, pero hay algunos críticos que afirman semejante mentira). Peor son aquellos que por un afán nostálgico, tratan de encontrar una serie de virtudes en sus últimas obras cuando simplemente no las hay. ¿O alguien puede decirme que El héroe discreto alcanza alguna trascendencia, si con las justas puede brindar un poco de entretenimiento por ciertos tramos? Otra de las defensas que he leído por ahí también: “está en el ocaso de su vida, no hay que exigirle que innove o nos dé una obra imperecedera”.  A los que afirman ello se les puede responder con dos casos concretos: Aurora Venturini publicando Las primas a los 85 años y James Salter con 87, haciendo lo  suyo con All that is. No nos amparemos en el factor edad para tener una mirada complaciente entonces.   


(Una versión de este texto aparece en el portal Punto y Coma)

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