"These days there’s so much paper to fill, or digital paper to fill, that whoever writes the first few things gets cut and pasted. Whoever gets their opinion in first has all that power". Thom Yorke

"Leer es cubrirse la cara, pensé. Leer es cubrirse la cara. Y escribir es mostrarla." Alejandro Zambra

"Ser joven no significa sólo tener pocos años, sino sentir más de la cuenta, sentir tanto que crees que vas a explotar."Alberto Fuguet

"Para impresionar a las chicas de los 70 tuve que leer a Freud, Althusser, Gramsci, Neruda y Carpentier antes de llegar a los 18. Para seducir a las chicas de los 70 me hice especialista en Borges, Tolstoi, Nietzsche y Mircea Elíade sin haber cumplido los 21. Menos mal que ninguna me hizo caso porque entonces hoy sería un ignorante". Fernando Iwasaki


martes, 30 de diciembre de 2014

Enfrentando la pesadilla de la realidad: “Los ejércitos” de Evelio Rosero

Antes de comenzar a escribir sobre las gratas impresiones que me dejó la novela mencionada, quisiera resaltar algo. No hubiese sido posible llegar  a la obra de este autor de no  ser por la edición peruana número 14 de la revista Buensalvaje, que lo puso en portada además de entrevistarlo. Eso es lo más valioso que puede brindar una revista de literatura: dar a conocer obras literarias que de otra forma pasarían injustamente desapercibidas.  Es por ello encomiable la función de Buensalvaje en dicho sentido (sin olvidar, los textos de ficción y no ficción con los que viene cargado cada número), y que me hace esperar cada dos meses con ansias la nueva edición.

¿En qué momento se jodió el Perú? , se preguntaba Zavalita en Conversación en la Catedral . Y aunque la pregunta podría aplicarse de igual forma al humilde pueblo de San José donde transcurren los hechos de “Los ejércitos”, una mejor interrogante sería, ¿en qué momento va a dejar de joderse San José? .Porque “Los ejércitos” trata acerca de la tragedia colectiva de un pueblo, asolado por una violencia sin rostro específico. El miedo que se va propagando como una peste a todos los vecinos de esta apacible sociedad provinciana, donde todos parecen conocerse entre sí.

 Una tragedia a la que asistimos a través de los ojos de Ismael Pasos, un viejo profesor retirado que a sus más de 70 años decide seguir viviendo lo que le resta de tiempo en su pueblo al lado de Otilia, su compañera por más de 40 años. Ismael, al comienzo de la novela se da maña para espiar a su vecina Geraldina de cuerpo escultural, discutir con su mujer en diálogos que lindan con lo humorístico, recordar momentos gratos del pasado como el momento en que conoce a Otilia y  a sus antiguos alumnos que ahora ya son incluso autoridades del pueblo. Pero en la narración de recuerdos va apareciendo esa sombra trágica que parece perseguir su existencia y la de sus vecinos. Una sombra que en vez de extinguirse, parece extenderse hasta el presente agrandando sus trágicos efectos. Y es ahí donde la pluma de Evelio Rosero sale a relucir con toda su potencia.

La violencia que azota el pueblo es irracional y arbitraria. Se escuchan explosiones y llantos por doquier, provenientes de todos lados y de ningún lugar en específico. Nadie se salva de perder algo. A un ser querido, el honor, la dignidad, la valentía. Es la desolación y la devastación lo único que parececonstante a lo largo de toda la novela, además de la terquedad de Ismael. Pues terco, decide quedarse en su pueblo al ver cómo este es maltratado por una maldición que parece ensañarse con ellos, en una obstinación que lejos de ser fastidiosa para el lector, termina conmoviendo. Pues en esa decisión de quedarse se encuentra principalmente la búsqueda de Otilia, que buscándolo a él termina por desaparecer también. La segunda mitad del libro aborda esa búsqueda desesperada. Lo único que parece mantenerlo vivo, pues ya todo lo demás se torna confuso, como si por momentos dejara de estar en la realidad y viviera entre las sombras de la imaginación y el olvido de lo concreto.

Y son estas imágenes de las desapariciones por los secuestros que realizan las fuerzas paramilitares, los guerrilleros, las fuerza nacionales (nunca se conoce con certeza quienes son los culpables, en un rol que parecen rotarse en cada pasaje), los que configuran la esencia de la novela que es la desaparición de la paz de un pueblo, del candor y la alegría de individuos a los que se va asesinando poco a poco, arrebatándoles su tranquilidad y su libertad. Y más que nada la desaparición final del principal elemento: la gente, ya sea huyendo o muriendo a manos de ese poder infernal que se ensaña con ellos (llega un momento en que los asesinos, actúan demencialmente, ya se han quedado olvidados los motivos por los que luchan, esta deshumanización es un retrato espléndido de la decadencia humana).

Rosero, además de contarnos una buena historia, lo hace con un gran talento para crear las atmósferas precisas, haciendo posible que un lector como yo que ha pasado los veintidós años de su vida en esta gris ciudad, se sienta como respirando y observando ese ambiente de provincia tan distinto al caos urbano, de forma tan vívida que por ratos uno olvida que está leyendo una ficción y pareciese que se estuviese recordando algo.  Además, es posible reconocer a nuestros conocidos o a nosotros mismos en cada uno de los personajes que conforman “Los ejércitos”, haciéndonos preguntar cómo actuaríamos en una situación similar o cuánto hemos perdido de la capacidad de solidarizarnos con una situación similar.


Parábola también de un problema concreto como es la violencia que ha asolado Colombia por muchos años, que si bien ha sido tocado en muchas ocasiones en la literatura reciente, aquí es tratada desde la perspectiva de los individuos que la sufren y las consecuencias irreparables de una guerra. La guerra como elemento nocivo en sí mismo, pues no importa por lo que se esté peleando (nunca se menciona en que época sucede ni las causas), al final las víctimas no son las que la propician sino quienes son más vulnerables, en este caso, los vecinos de San José. Hay, pienso, obvias influencias de la literatura de Juan Rulfo (El llano en llamas) y Gabriel García Márquez (Crónica de una muerte anunciada), pero aquí yace un estilo propio, que se alimenta de sus maestros para dar a luz una voz narrativa original, con descripciones que causan el mismo impacto de la mejor poesíay una salida inteligente a los clichés y la posible banalización de la literatura de la violencia latinoamericana. Evelio Rosero es un autor colombiano al que no hay que perderle la pista.



+Algunas frases:

“(…) pero él la seguía y no demoraba en retomar, involuntariamente, sin entenderlo, el otro juego esencial, el paroxismo que lo hacía idéntico a mí, a pesar de su niñez, el juego del pánico, el incipiente pero subyugante deseo de mirarla sin que ella supiera, acechándola con delectación: ella entera un rostro de perfil, los ojos como absueltos, embebidos en quién sabe qué sueños, después las pantorrillas, las redondas rodillas, las piernas enteras, únicamente sus muslos, y, si había suerte, más allá, a lo profundo.”

“De pronto descubría que como un torbellino de agua turbia, repleto de quién sabe qué fuerzas –pensaría ella-, en su interior, mis ojos sufriendo atisbaban fugazmente hacia abajo, al centro entreabierto, su otra boca a punto de su voz más íntimas: “Pues mírame”, gritaba su otra boca, y lo gritaba a pesar de mi vejez, o, más aún, por mi vejez, “mírame, si te atreves.””

“El silencio también se ve, como el suspiro. Es amarillo, se desliza por los poros de la piel igual que la niebla, sube por la ventana.”

“(…) como que la gente  se olvida de la temible suerte que es cualquier desaparición, y hasta de la posible muerte del que desapareció. Es que de todo la gente se olvida, señor, y en especial los jóvenes, que no tiene memoria ni siquiera para recordar el día de hoy; por eso son casi felices.”

“Me hierve la rodilla por dentro. Ah, Dios –me suspiro yo mismo-, sigo aquí simplemente porque no he sido capaz de matarme.”

“… y decía las cosas de verdad, con la verdad que sólo da la desesperación, como las dice el que sabe que va a morir, ¿para qué mentir?, el hombre que miente a la hora de morir no es un hombre.”

“Otilia no vino, seguirá durmiendo, soñará que duermo a su lado, y ya es mediodía, como para no creerlo, ¿a qué horas pasó el tiempo? Pasó igual, pasó, igual que siempre.”

“Ahora veo, alrededor, rostros de pronto desconocidos –aunque se trate de conocidos- que intercambian miradas de espanto, se apretujan sin saberlo, es un clamor levísimo que parece brotar remoto, desde los pechos, alguien murmura: mierda, volvieron.”

“Solamente los perros y los cerdos que husmean entre las piedras, los gallinazos aleteando sobre la rama de los árboles, los eternamente indiferentes pájaros parecen los únicos en no darse cuenta de esta muerte viva.”

“Es extraordinario: parecemos sitiados por un ejército invisible y por eso mismo más eficaz.”

“-Es este país-dijo, relamiéndose el escaso bigote-, si uno pasa lista, presidente por presidente, todos la han cagado.”

“…el grupo se pierde corriendo a la vuelta de una esquina, escucho las primeras gotas de lluvia, gordas, aisladas, caer como grandes flores arrugadas que estallan en el polvo: el diluvio, Señor, el diluvio, pero cesan de inmediato y yo mismo me digo Dios no está de acuerdo…”

“…se alejan a grandes zancadas, con la madre detrás, las manos agitándose, la voz desquiciada. “Les falta matar a Dios” dice con un chillido. “Díganos dónde se esconde madrecita” le responden.”





+Sobre el autor:



Evelio Rosero nació en Bogotá, Colombia, en 1958. Cursó estudios de comunicación social en la Universidad Externado de Colombia. En 2006 obtuvo en Colombia el Premio Nacional de Literatura, otorgado por el Ministerio de Cultura, pero fue en 2007, con su novela Los ejércitos, ganadora del II Premio Tusquets Editores de Novela, cuando Evelio Rosero alcanzó resonancia internacional, pues se ha traducido a doce idiomas y se ha alzado con el prestigio so Independent Foreign Fiction Prize (2009) en Reino Unido y el ALOA Prize (2011) en Dinamarca. Tras recuperar en 2009 su novela Los almuerzos(«la confirmación del talento del autor», La Vanguardia), se publicó La carroza de Bolívar, recibida como su obra más ambiciosa y desmitificadora: «Una demostración del talento verbalmente mágico de Rosero, que aquí llega a su punto culminante» (J.J. Armas Mar celo, ABC Cultural) y En el lejero (Tusquets México)

+Entrevista en Buensalvaje: Aquí

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