"These days there’s so much paper to fill, or digital paper to fill, that whoever writes the first few things gets cut and pasted. Whoever gets their opinion in first has all that power". Thom Yorke
"Leer es cubrirse la cara, pensé. Leer es cubrirse la cara. Y escribir es mostrarla." Alejandro Zambra
"Ser joven no significa sólo tener pocos años, sino sentir más de la cuenta, sentir tanto que crees que vas a explotar."Alberto Fuguet
"Para impresionar a las chicas de los 70 tuve que leer a Freud, Althusser, Gramsci, Neruda y Carpentier antes de llegar a los 18. Para seducir a las chicas de los 70 me hice especialista en Borges, Tolstoi, Nietzsche y Mircea Elíade sin haber cumplido los 21. Menos mal que ninguna me hizo caso porque entonces hoy sería un ignorante". Fernando Iwasaki
lunes, 8 de diciembre de 2014
El peso del pasado: "Las reputaciones" de Juan Gabriel Vásquez
La vida no es la que
uno vivió, sino la que uno recuerda
Gabriel García Márquez
Recuerdo que hace años, al salir
de la sala de cine luego de haber visto “Batman: The Dark Knight”, la segunda
película de la trilogía de Nolan, pensaba en todas las escenas que me habían
dejado impresionado la mayoría de ellas protagonizada por el personaje del
Joker, pero sobretodo en aquella, que sobresalía no por sus escenas de acción o
violencia,casi al final del largometraje donde Batman decide sacrificar su
imagen, su reputación y simbolismo en detrimento de lo que él creía, era una
causa mayor y más importante que la tragedia personal de un individuo: la “memoria
colectiva” de la sociedad que intentaba proteger. Y es esa escena la que a mi
parecer, condensaba la atmósfera de desesperanza de la película.
“Las reputaciones” (Alfaguara, 2013) es la más
reciente novela publicada por el novelista colombiano Juan Gabriel Vásquez.
Narra la historia de Javier Mallarino, una figura emblemática del mundo de la
caricatura política, toda una institución vigente que ha llegado al otoño de su vida siendo temido
y respetado, incluso por los gobernantes que suele ridiculizar a través del
poder de sus viñetas. Un día recibe una
llamada, avisándole que va a recibir uno de los más grandes reconocimientos que
es capaz de otorgar el Estado en uno de los teatros más importantes de la
ciudad. Esa misma noche, se encuentra con Magdalena, su ex esposa, y luego de
una noche estupenda a su lado, parece sentir una mezcla de orgullo y lo que
podría denominarse como un estado de tranquilidad y satisfacción por sus
cuarenta años de carrera. Mas como en todas las buenas historias, es un evento
como la visita de una joven admiradora y periodista, el que, disfrazándose de
inofensivo o nimio, desencadenará una retahíla de dudas y preguntas,
cuestionamientos sobre la vida misma y sobre la
certeza de aquello que es lo único de lo que podemos sentirnos dueños
absolutos: la memoria.
Como en los “Los informantes”, “Historia
secreta de Costaguana” y “El ruido de las cosas al caer”, sus anteriores y
geniales novelas, Vásquez vuelve a
indagar en el pasado de un individuo para explorar la tragedia de un país y los
defectos de toda una sociedad, pone en entredicho nuestras creencias sobre la
veracidad de nuestros recuerdos y nosotros mismos y desenmascara nuestra
obsesión por ajusticiar y ver humillados
a aquellos que ejercen poder e influencia sobre nosotros.
El novelista colombiano como en
sus anteriores libros, se centra en una sola historia, esta vez la de Mallarino, para
mostrarnos a través de su caída en
desgracia, cómo el lastre del pasado termina siendo una sombra de la que no
podemos desprendernos ni abandonar simplemente deseándolo, cómo las decisiones
que tomamos bajo convicciones sobre las que no tenemos duda alguna pueden hacer
que nos arrepintamos por el resto de nuestro días sin dejarnos opción en
apariencias. El pasado es algo que no se puede borrar, siendo eso ya de por sí,
una tragedia, más aún cuando la memoria está ahí, siempre acusándonos y atormentándonos.
Mallarino, en el recuerdo de una
noche termina cuestionando toda una vida de firmes creencias. ¿Cuántas veces no
nos hemos detenido a pensar en aquellos
eventos de nuestra vida a la que antes no habíamos dado importancia o que
habíamos intentado olvidar, y que
terminan golpeándonos repentinamente? ¿No es terrible cuando la tranquilidad
que nos brinda la certeza de nuestros recuerdos, se ven acusados de ser falsos?
¿Cómo sabemos al fin y al cabo, cuánto de lo que terminamos recordando de verdad
pasó y cuanto es una mera construcción ilusoria que elaboramos como protección
ante la dolorosa realidad de nuestras vidas? Y así es que van surgiendo una
cadena de preguntas, cuando empezamos a navegar por nuestra mente. Lo peor es
que es una empresa que cada uno asume solo. No hay nadie que se pueda meter a
tu cabeza a decirte cosas como “Sí, es real” o “Puedo dar fe de ello”. Nadie es
totalmente honesto cuando te dice “sí, te comprendo”. No podemos entender
fielmente a alguien, sólo intentarlo, pues cada hombre es un universo de hechos
y pensamientos particulares, con una vida creada a partir de ellos.
Y es el pasado, un tópico que las sociedades
latinoamericanas parecen querer relegar a los historiadores y periodistas
(aunque estos últimos parecen haberse convertidos en maestros del arte de la
distorsión en la mayoría de casos lamentablemente), que si bien está más
presente en sus otras novelas, el que no deja de tener un papel preponderante
en la historia de Mallarino. Cuando recuerda su separación de Magdalena, la
vida actual de su hija Beatriz, las relaciones con sus familiares y su entorno
más cercanos de amigos y compañeros de trabajo, el protagonista se pregunta
“¿Valió la pena?”. Llegar a un punto de tu vida, donde evalúas tu pasado con
dicha pregunta y te das cuenta que la respuesta es negativa, debe ser uno de
los eventos más tristes y dolorosos de
los que el ser humano puede ser víctima. Pues aquí hay víctimas. Lo que
comienza siendo una tragedia personal, termina multiplicando sus consecuencias
a los demás como en “Los informantes”, por ejemplo, donde las miserias de la
Segunda Guerra Mundial, terminaron viajando y haciéndose presente en una
sociedad como la colombiana, a un océano de distancia. Es por ello que de la
intimidad en la literatura podemos partir para esbozar un retrato de la
Humanidad.
El poder también se da maña para
hacerse presente en esta historia. El poder y las miserias que se pueden
derivar a partir de ello. Ya sea el poder de un caricaturista sobre un
político. El de un director de periódico sobre un caricaturista. El de un
político sobre el ciudadano de pie. El de todos los ciudadanos de a pie sobre
un político. Acá el poder va cambiando de cara, pero nunca desaparece, presente
desde la censura de una caricatura hasta en la búsqueda de toda una sociedad
por humillar a sus figuras más representativas, en ese placer grotesco de ver
caer y embarrarse a alguien que presumía ser incólume. El poder del miedo, pero
también el de una pluma. El poder de una pluma.
Tal vez esta novela escrita con
la prosa elegante que caracteriza a su autor, finalista
de la I Bienal de Novela Mario Vargas Llosa y ganadora del premio de la RAE
2014, no sea la mejor de Juan Gabriel Vásquez para muchos críticos, pero yo la
considero una puerta inigualable a
través de la que cualquier lector de este texto puede acceder al magistral
universo de este autor. Disfruten de uno
de los mejores escritores latinoamericanos de la actualidad.
+Sobre el autor:
Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973) es autor de la colección de relatosLos amantes de Todos los Santos y de las novelas Los informantes(escogida por la revista Semana como una de las más importantes publicadas en Colombia desde 1982), Historia secreta de Costaguana(Premio Qwerty en Barcelona y Premio Fundación Libros & Letras en Bogotá) y El ruido de las cosas al caer (Premio Alfaguara 2011, English Pen Award 2012 y Premio Gregor von Rezzori-Città di Firenze 2013 y Premio IMPAC Dublín). Vásquez ha publicado también una recopilación de ensayos literarios, El arte de la distorsión, y una breve biografía de Joseph Conrad, El hombre de ninguna parte. Ha traducido obras de John Hersey, John Dos Passos, Victor Hugo y E. M. Forster, entre otros, y es columnista del periódico colombiano El Espectador. Sus libros han recibido diversos reconocimientos internacionales y se han publicado en dieciséis lenguas y una treintena de países con extraordinario éxito de crítica y de público. Ha ganado dos veces el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. En el año 2012 ganó en París el Premio Roger Caillois por el conjunto de su obra, otorgado anteriormente a escritores como Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Ricardo Piglia y Roberto Bolaño. Las reputaciones es su cuarta novela.
+Frases:
“Todos conocían el espacio donde
había estado siempre su caricatura: en el centro justo de la primera página de
opinión, ese lugar mítico adonde van los colombianos para odiar a sus hombre
públicos o para saber por qué los aman, ese gran diván colectivo de un país
largamente enfermo”
“Qué rara es la memoria: nos
permite recordar lo que no hemos vivido”
“Dice Rodrigo que felicitaciones,
que ya estás donde tenías que estar. Que en este país uno sólo es alguien
cuando alguien más quiere hacerle daño.”
“Y lo único que he dicho siempre, mi única
respuesta a las quejas y agresiones, es así: las caricaturas pueden exagerar la
realidad, pero no inventarla. Pueden distorsionar, pero nunca mentir.”
“El buen entendedor sabrá que no
hablo solamente de rasgos físicos, sino del misterioso rastro que deja la vida
en nuestras facciones, ese paisaje moral, sí, no hay otra manera de llamarlo,
ese paisaje moral que se va dibujando en nuestro rostro a medida que la vida
pasa y nos vamos equivocando o teniendo aciertos, a medida que herimos a los
demás o nos esforzamos por no hacerlo, a medida que mentimos y engañamos o
persistimos, a veces a costa de grandes sacrificios, en la siempre difícil
tarea de decir la verdad.”
“Hay mujeres que no conservan, en
el mapa de su cara, ningún rastro de la niña que fueron, quizás porque se han
esforzado mucho en dejar la niñez atrás-sus humillaciones, sus sutiles
persecuciones, la experiencias de la desilusión constante-, quizás porque
entretanto ha sucedido algo, uno de esos cataclismos íntimos que no moldean a
la persona sino que la arrasan, como a un edificio, y la obligan a construirse
de nuevo desde los cimientos.”
“Y ahora volvió a fijarse en la
mujer: la humillación, toda humillación, necesita un testigo. No existe sin él:
nadie se humilla solo: la humillación en soledad no es humillación.”
“El pasado de un niño es de
plastilina, señor Mallarino, los adultos pueden hacer con él lo que les venga
en gana.”
“El pasado se le figuró a
Mallarino como una criatura acuosa de contornos imprecisos, una suerte de ameba
engañosa y deshonesta que no se puede investigar, pues, al volver a buscarla en
el microscopio, nos encontramos con que ya no está, y sospechamos que se ha
ido, y comprendemos enseguida que ha cambiado de forma y resulta imposible
reconocerla.”
“La
memoria de los otros:¡cuánto daría en este momento por una entrada a ese
espectáculo! Allí, pensó Mallarino, tenían origen nuestra insatisfacción y
nuestras tristezas: en la imposibilidad de compartir con los otros la memoria.”
“… en
este país amnésico y obsesionado con el presente, este país donde ni siquiera
los muertos son capaces de enterrar a sus muertos. El olvido era lo único
democrático en Colombia: los cubría a todos, a los buenos y a los malos, a los
asesinos y a los héroes, como a la nieve en el cuento de Joyce, cayendo sobre
todos por igual.
“Es muy
pobre la memoria que sólo funciona hacia atrás.”
“Para una tribu indígena de Paraguay, o quizás
era de Bolivia, el pasado es lo que está delante de nosotros, porque podemos
verlo y conocerlo, y el futuro en cambio, es lo que está detrás: lo que no vemos
ni podemos conocer. El meteorito siempre viene por la espalda, no lo vemos, no
podemos verlo. Hay que verlo, verlo venir y hacerse a un lado. Hay que ponerse de cara al futuro.
Es muy pobre la memoria que sólo funciona hacia atrás.”
“No
importaba quien tuviera la razón de su lado. No importaban la justicia o la
injusticia. Sólo una cosa le gusta al público más que la humillación, y era la
humillación de quien ha humillado.”
“La
memoria tiene la capacidad maravillosa de acordarse del olvido, de su existencia
y su acecho, y así nos permite mantenernos alertas cuando no queremos olvidar y
olvidar cuando lo preferimos.”
“Es
necesario mentirnos, claro, porque nadie puede soportar tanta clarividencia.”
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